miércoles, 13 de enero de 2010
LOVE LAB(01) MOSTRAR A FRINÉ(GÉRÔME - 1)
Friné, musa de Plaxíteles, señora de la curva, hetaira y virgen de los Misterios. Parece que la bella dama se burla de los secretos eleusinos y de los dioses, de los ancianos que miran con eréctiles levantamiento de toga y de la retórica masculina agotada, vieja y envidiosa en la izquierda del cuadro. Las bellezas griegas tienden a ser almas gamberras.
- ¡Insania! - le dicen - ¡ Ebriedad de la mortal que pretende compararse con la misma Afrodita!
Friné ha sido modelo en la escultura de Plaxíteles, invirtiendo éste el platonismo y toda su retahíla - que quiere que las hermosas princesas que recorren las calles sean (ellas sí) copias del Eterno Femenino. Aquí la diosa esculpida en el canon nace de la piel tersa de la mujer. Amar y después informar la piedra. Si de la mirada incandescente de Plaxíteles, posada en Friné, surgió la Afrodita Cnidea ¿ no tiene razones más que justificadas la hetaira para sentirse más bella que la mísera escultura de mármol, frío mineral, inmóviles pechos, vagina cancelada a toda excitación?.
-Yo soy carne, diosa gélida, y hago temblar a los hombres más que tu padre majestuoso con todos sus rayos de eunuco.
Pero el pasado lúbrico no es ahora cosa de broma. Ni tampoco habla la mujer cara a cara con la diosa sino con un consejo de hombres ---- La diosa sí es amazona de ironías y acepta la soberbia de Friné. En la distancia hasta sonríe a la mortal quizás porque sabe que la humana muy pronto será caduca celestina (vieja, desdentada, emputecida por el tiempo). Piedad divina; justicia humana. No. No hay bromas en el tribunal, ante el Tribunal humillada. Han llevado a Friné al areópago y aquellos viejos que frotaban sus togas con su cuerpo dictan ahora sentencias que el verdugo hace cumplir con el cuchillo délfico. No, Friné, hermana, no hay bromas. Agacha la cabeza y simula ser avara de virtud venérea.
Acusada de impiedad, el tal Hipérides trata de defenderla ante el tribunal de machos sabios que no aceptan tonterías. Los argumentos resbalan en aquellos que fueron cabalgados y no hay metáfora ni cita de autoridad ni figura retórica que salve a la mujer envuelta en su capa ligera...
- ¡Nada de soberbia en la vestimenta, por dios! - le aconsejó su abogado. Estrategia de la defensa: simular arrepentimiento, deseos secretos de recluirse en mísera cueva, volverse María Magdalena con calavera y traje de esparto. Hipérides intenta violentar la perversión del viejo y su lógica macabra: ya que no es mía - piensa cada uno -¡que no sea sino del dios castrado!.
No hay argumento que venza a la ganas de escarmentar a quien de los dioses se burlan en la embriaguez de la juventud y la belleza.
De nada ha servido el discurso de la inocencia o, al menos, del arrepentimiento. Inflexible el tribunal se cierra a la dialéctica y a la retórica. Desde que desapareció el coro, los griegos han sido poco permeables a las complejidades del corazón. Por eso, Hipérides opta por la solución desesperada - pidiendo perdón a su maestro Platón o quizás con su anuencia (nunca se sabe con el viejo zorro). Deus ex machina. Hipérides desnuda a la dama con gesto decidido, mostrando la luminosa palidez que provoca espasmos en las caras de los jueces, todo un abanico de gestos y contrargumentos corporales. El reflejo de la piel rompe la condena y disuelve la asamblea.
Desconozco el sentido de esta historia. Dicen que Friné fue absuelta después del episodio pero no sé de las razones del tribunal -precisamente porque no las hubo ni antes ni después del desvelamiento. Quizás murieron todos en el chorreo de luz proyectado por la piel blanca - una especie de síndrome de Stendhal generalizado - y, por eso, Friné se tapa la cara, preservando su mirada del poder luminoso de su desnudez. La belleza mata. O, quién sabe, pudiera ser que los últimos herederos de los trágicos griegos, en el estertor de la época clásica, rindieron homenaje a toda la belleza que sus antepasados habían velado con armas y cuerpos fuertes como de dioses.
Lo fácil, aquí, es citar a Wittgenstein:
"Lo que puede ser mostrado, no puede ser dicho"(Tractatus 4.1212)
"Lo inexpresable ciertamente existe. Se muestra en lo místico (Tractatus 6.522)
Friné, musa de Plaxíteles, muestra su cuerpo y la belleza de su orgullo cierra el horizonte a las viejas palabras que hablan de reyes y jerarquías, de blasfemias y condenas. No hay pecado porque la belleza resplandece.
Es difícil reconstruir el alma desde el futuro sabiendo que quedó atrapada en el pasado.
Seguiré hablando pues la belleza se me escapa de las manos.....
Imágenes:
Jean Léon Gérôme: Friné ante el areópago (1861)
Hans Baldung Grün: Aristóteles y Filis (1513)
Cabeza de Kauffman (Copia helenística de la Afrodita de Cnido de Plaxíteles)
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2 comentarios:
Intuyo que Friné fue absuelta por los jueces que no muestran la piel, eclipsándolos con la belleza subterránea y lunar de su palidez desnuda. No creo en su inocencia, sí en su alma gamberra, inconsciente tal vez de las catástrofes que la exposición de su cuerpo causaría a su paso.
No hay eterno femenino. Hay singular insondable. Debajo de la piedra late el temblor.
La vagina clausurada exige una reivindicación. Destruyamos la piedra, horademos el fósil hasta empaparnos las manos de fluidos.
Los eunucos saben cómo se hace el amor. Pero no pueden hacerlo. Así son los críticos de arte, también. Los críticos. Friné se los pasa por su rosquete soberano.
Un Deus ex Machina bajo la forma de curvas cegadoras.
La belleza es homicida, sí. Pero es competencia del ojo detectarla.
Y Wittgenstein era un poeta, Lug. Y la poesía dignifica y alumbra todo lo que toca.
Como él escribía, escribió Marx, escribió Freud, escribió Deleuze en algún momento.
Escribió Benjamin.
Dos más dos no es cuatro.
Si fuera cuatro, no estarías escribiendo, así.
¿Qué haremos con tus sagas, aparte de imprimirlas para que yo me las lleve y las lea hipnotizada frente al lago impasible del Jardín Japonés?
¡Cuántos hilos sacas de mis madejas! Parecieras pájaro que leyera futuros como mago que atiende a los posos del café.
No sé por qué fue absuelta Friné. Me confunde la quiebra de la institución por la belleza de la cortesana (Decía Calígula aquello de que ójala todo el senado romano tuviera un único cuello.... Ójala, se dice Friné, los jueces tuvieran un único deseo y temblor)
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