jueves, 7 de enero de 2010

LOVE WILL TEAR US APART AGAIN (3) FRANKENSTEIN Y LA AURORA BOREAL



«húmedo y poco amable en lo que respecta al
clima,
ya que la lluvia incesante nos obligó
a encerrarnos durante días en la casa»

(Mary Shelley, sobre el verano de 1816 en Villa Diodati)

Glaciación. Inicio del proceso: cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero.

Salgo fuera de la casa - ya no llueve - buscando los hielos que nunca se acaban; pretendo congelar mi corazón y, de paso, el fuego loco que anima mis manos en la escritura. La filosofía cayó en la ficción y ésta, ahora, cae en la ontología de un paisaje, el bello espejo de cien colores, el horizonte que no alcanzan los seres vivos - sin osos ni zorros polares - y que es desierto más allá del desierto. El septentrión. Allí donde se siente la penetración del eje terrestre y el viento solar juega a las imposturas con el campo magnético.

Frío polar. ¿Cuál es el equivalente del frío polar y la edad glacial en el orden de la meditación y el arte? ¿La desolación de un paisaje romántico o el blanco sobre blanco de Malevitch? ¿O la trepanación craneal para desmontar la geografía de los lóbulos cerebrales y volverse idiota? ¿La apatía de Marco Aurelio o el apasionamiento fanático por la estela de Belén Esteban? ¿La indolencia de Diógenes y sus compañeros los perros pulgosos? ¿Cómo conseguir que el amor no nos vuelva a partir ( Love will tear us apart again)? ¿Es la inteligencia la respuesta? Pero ¿qué es eso de la inteligencia? ¿Es la inteligencia frialdad, edad glacial, negación de la explosión de las emociones en nombre de la civilización, la lógica, el protocolo de actuación en caso de incendio, el desgarro del alma en nombre del alma? ¿O es la inteligencia sólo Escritura y ésta es refrigeración, entrada gloriosa en la edad glacial, hundimiento de la nave en los hielos árticos?

¡¡ Ejercicios espirituales en el Polo!!

- ...nos adaptamos al tiempo que nos ha tocado vivir. Eso es lo que he intentado hacer. No sé si dejando de lado lo que tú defines como amor y centrándome más en lo racional, en la inteligencia.

- ¿Dejar de lado el amor? ¿Cómo? ¿Glaciación? ¿Puede congelarse el amor y, de paso, la existencia? ¿Puede evitarse que el amor nos vuelva a separar, como dice el tema de los Joy Division?. Pero ¿cómo quebrar el amor si es fuerza cósmica - Empédocles - y todas las criaturas dicen moverse por su influjo? Congelemos el corazón, hermanos. Pero ¿cómo, cómo, cómo? ¿Acudimos a las viejas putas de la filosofía y el arte?. Que nos toquen lascivas el corazón y nos muestren que tras todos los enamoramientos sólo se esconde mecanismos chapuzas, impulsos vagos y bajos y vacíos... ¡Oh qué lejos el amor del impulso físico, animal, instintivo de la Isinbaeva en su salto !

Enfrentémonos a la tormenta y la cellisca. Escondamos el amor en una caja de hielo con triple cerradura. Dejemos que el impulso, la fuerza física se muestre. Huyamos, como la Criatura, a las frías regiones del Ártico. Dejemos que el amor se rompa para que no nos vuelva romper ni separar.



La Criatura del Doctor Frankenstein como doble - y opuesto - de Dorian Gray. El monstruo interior de Wilde se exterioriza y deja oculto al ser sensible, la criatura mejor dotada para el amor nacida de Mary Shelley, la última posibilidad de la sublimación romántica ----- el hijo de la tormenta en Villa Diodati es la expresión extremada en mitad del lago de la imposibilidad del amor civilizado. ¡¡Cuántos son los impedimentos para el despliegue del amor de la Criatura!! El deber, la fealdad, el ansia de matar y humillar y frustrar (en nombre de la educación, la cultura o la danza) que nos desborda las meninges, la envidia por la felicidad ajena o por la juventud y belleza de Dorian o por la inteligencia extrema de la Criatura nacida del ciego impulso de Victor Frankenstein. Obstáculos que incitan a la huida (o a la muerte).

- "Todos los humanos odian a los que son infelices" - dices, hermano, y te adjudicas la infelicidad más tremenda. Tu inteligencia te permite jugar con las flores y la niña, llevando al extremo la lógica, la inteligencia. Nadie entiende la jugada.

Por eso huyes al paisaje alpino, te dejas arrastrar por la soledad del viento norte y el anticiclón que trasparenta como nadie la luz. Huyes de la lluvia que nos encierra en comunidad monástica - como Byron, Polidori y Percy y Mary Shelley. Buscas el amor que no nos vuelva a separar, el amor blindado contra el cansancio y los golpes de las limitaciones. Y te fijas, quizás, en los pequeños riscos y en los cardos (como Friedrich) y compruebas que ver a los hombres desde lejos - a media ladera, como mi perro amarillo, ángel custodio que aúlla - les hace entrañables. Y te amargas por no poder acercarte a ellos y eres más consciente que nunca de tu fealdad y de tu inteligencia implacable, la sabiduría mefistofélica que has adquirido tirando a la niña, lógicamente, al lago. Todo esto tapa -lapida - el infinito amor que escondes en el interior, como un doble tierno del retrato de Dorian Gray.

Huyes al polo. Te cierras en la infinita soledad.

Te dejas arrastrar por los colores.


Sólo el color. ¿Basta con el color? ¿Cabe la glaciación del alma, la quiebra del amor para que no nos vuelva a separar, a través de la entrega al color, a los brillos y reflejos de las cosas, la inversión plena del platonismo? Llega la Criatura al Ártico y descubre la aurora boreal. El espectáculo del cielo pintándose la cara con perversión de artista cabaretero. La Criatura mira y se deja seducir. Los hombres a lo lejos, fuera de la explosión cromática.

¿Y si el enfriamiento fuese la entrega a la apariencia? ¿Y si la quiebra del amor que quema nos exigiera no abandonar jamás el espacio del color fantasmal, la mentira, la caída de toda meditación en una suerte de ficción en la que no hay que ganarse la coherencia sino sólo el placer del enlace de palabras, el chorreo de los conceptos, la sonrisa por el encadenamiento de las voces en la conversación que no va a ningún lado... No dice adónde va; vive sin la presión del salir afuera que nos exige siempre el amor.

Leía ayer (tendencias para el año 2010) que entramos en la edad del dónde, la época de la localización. "Atrás quedan el cómo de la primera mitad del siglo XX, el qué de la era dorada del pop y el cuándo de la época del revival". Todo esto me parece idiota - pero no voy a entrar en ello.Pero, ¿ y si la respuesta fuera que no vamos a ningún sitio ni hay un dónde del que partamos en la carrera? Todo es caída en el color, entrega a la fatalidad del tiempo que de todo acaba cansándonos, hasta del amor y del odio. Entrega al juego de colores del cansancio en el que siempre acabamos cayendo. Se cansó Platón de su teoría y el amante de la amada. Se cansó dios, al séptimo día, del juego de la creación (del hombre se agotó ya su amor al día siguiente) y se retiró al fondo oscuro de la historia y la cosmogonía. Nos dejó el color como anticipo del cansancio:

And were changing our ways,
Taking different roads
(love will tear us apart)


Una filosofía perezosa. Una meditación enfriada. Sólo el color basta - dices. Me arrastro en la aventura porque lo único que sé es que este juego de la Escritura me ha dominado el corazón.



Imágenes:

Friedrich: Acantilado con árboles, 20 de mayo de 1799.
Vídeos You Tube.
Imagen de aurora boreal.

No hay comentarios: