jueves, 26 de noviembre de 2009

EL OJO (2)

OCCULO.

El ojo recorre el plano, sigue las trayectorias marcadas en la compleja cartografía que él ha creado. Precede al mapa, a la metafísica, a lo narrado. Es más viejo que el lienzo. El ojo está presente en la sombra como grisalla, claroscuro, fantasma y hasta temblor en la noche. El ojo. Mi ojo.

Hoy la navegación es tranquila y sólo amenaza marejadilla por la tarde. Extiendo mi mapa sobre la mesa que coloco cerca de la ventana. Puedo perder el tiempo con ese viejo pliego, donde han dejado sus huellas los vasos de vino de oporto y los salchichones del Campo Charro. Mi cartografía está ya sucia y huele a col, a orines de viejo asilado, al aliento del moribundo que se pudre por dentro. También a perfume de mujer, a la brisa y el viento fuerte de la infancia, a dedos impregnados de sexo.

Miro mi trayectoria. Las regiones de mi infancia - la fábrica de hilatura en la que crecí, el barrio y la casita de la abuela - se expanden desde el este y consiguen reflejarse en los mares tranquilos del interior (esas infinitas reservas de lágrimas que aún estoy dispuesto a utilizar varonilmente). Son como olas que saltan la estúpida adolescencia y la juventud que lleva tatuada en su brazo la palabra soberbia. Se infiltra como gusanillo en la seriedad adulta. Mola. No mola. Agota. Miro el plano y la vieja cartografía viendo las caras de viejos amigos como ínsulas, ciudadelas, fielatos.

Pienso que mi ojo ha estado presente desde el inicio en el dibujo de esta cartografía accidental. Y siento que mi ojo es el mismo. Quizás más cansado, vale, pero puede decir sin complejo: Yo estuve allí, cuando aún no había nada - ni foresta ni sendero ni casa ni umbral. Incluso me susurra al oído: yo sigo estando allí tan legítimamente como estoy aquí. , me dice, no. Yo me sustraigo a la irreversibilidad porque la creo. Mi ojo, el Ojo habla.

Mi ojo excitado, irritado profeta, mirón, escrutador de misterios y vicioso del párpado (que le tapa, que le monta y cubre). Mi ojo con catarata, arrancado por Edipo y convertido en platillo volante. Cierro los ojillos cegado por el humo que embriaga. Me miro dentro y me convierto en tacto.

La navegación calmada. El grumete me prepara láudano según su experta mano. Duermo y apago el mundo. Lo cubro con sudario. Dejo que ellos marquen mi silueta en el suelo y prefiero no verla.

2 comentarios:

PÁJARO DE CHINA dijo...

Es un poema en prosa. Eso es.

El recorrido cartográfico es entrañable y el final atenaza el corazón.

Vos también estuviste allí, con tu ojo. Tu vida es la película que tu ojo vio.

Te sigo abrazando (desde la entrada anterior).

Luis González dijo...

Dancing with Tears in My Eyes!!

El resto es la gratitud del silencio