martes, 17 de noviembre de 2009

Mariham, la de Magdala (2 )


Simón Pedro les dijo: «¡Que se aleje Mariham de nosotros!, pues las mujeres no son dignas de la vida». Dijo Jesús: «Mira, yo me encargaré de hacerla macho, de manera que también ella se convierta en un espíritu viviente, idéntico a vosotros los hombres: pues toda mujer que se haga varón, entrará en el reino del cielo». (Evangelio de Tomás, apócrifo dicen)


Me llamo Mariham y estoy castigada. A mis padres no les ha gustado nada que les anunciara que quería entregar mi amor al profesor de biología. Así se lo dije muy seria el domingo a la hora de la comida: “Quiero entregar mi amor a Paco”. Una niña de doce años se supone que no puede decir esas cosas sobre todo cuando Paco es su profesor. Pero no puedo evitarlo. El amor es más grande que mi cuerpo y mi mente. Realmente no puedo decir que yo haya elegido esta situación y que, tras la reprimenda, pudiera llegar a reconocer que todo era un capricho tonto. No se trata de pedir permiso. Es cosa hecha. El amor es tan luminoso que hasta una niña de doce años lo entiende. Aunque Paco me haya dicho que no es posible o mis padres me hayan castigado.

Como han sentenciado que una niña no puede amar a su profesor, pienso que lo mejor será que deje de ser una niña. Quiero ser un hombre. Es decir: de mayor seré un varón para poder amar a Paco sin que nadie pueda censurarnos nada ni nos hable de pecados ni de horrorosos sentimientos. Acepto el castigo. Lo asumo y pienso multiplicarlo a través del ayuno y la ingesta de testosterona. No voy a comer porque no quiero que mi cuerpo se abulte. Si una niña no puede declarar su amor a su profesor favorito entonces seguro que menos aún lo podrá hacer una adolescente con tetas y culo gordo. Deseo ser un señor y tener bigote y barba como Paco.



Paco me dijo, cuando quise cogerle la mano en el laboratorio, que no podía ser. Por favor, no puedes tocarme. Una niña no puede acariciar amorosamente a nadie salvo que sea su papá o su mamá. La gente cree que en todo hombre hay un tipo deseoso de olisquear las braguitas de las niñas. Eso ya me lo dijo mi mamá la primera vez que fui sola al parque. También opina que no se puede amar al profesor de biología a los doce años. Las creencias de las personas son muy sucias y pobres. Por eso debo aceptar el castigo. Quiero que el mundo sepa que hay una niña que va a pasar todo el hambre que sea necesario para convertirse de mayor en un hombre que ame a su profesor sin sentimiento de culpa ni otras porquerías. Me refugiaré en el corral que la abuela tiene en su casa, entre las gallinas y sus cagaditas. Si quieren pueden venir a verme pero yo no saldré de allí hasta que no sea un hombre con barba y bigote. No voy a comer hasta que sea una calavera cubierta de pelo. ¡Quiero que mi cuerpo se cubra de vello! Así podré amar a Paco sin pecado.


Lo anuncio.


Sorprende la decisión de nuestra Mariham. Locura de niñitina, carne para psiquiatra infantil. Pero todo en María Magdalena – y sus múltiples avatares – es bastante extremo. Su iconografía recorre todo el espectro de la feminidad, del sensualismo más voraz – emparentándola con mamá Eva - hasta el ascetismo suicida. Eros y thanatos fluyen por su piel a una velocidad de futuro. Deja perplejo la dureza de la escultura de Donatello. Sobre todo porque es de Donatello y no de un loco expresionista alemán dispuesto a entregar su vida por el nihilismo. La Magdalena de Donatello me trae a la imaginación al Buda Penitente, esa representación atípica de Siddharta antes de la iluminación, cuando era cifra de la muerte, un asceta equivocando el camino. No se sabe si Magdalena logró vencer la tentación destructora. Nuestra Mariham esperemos que entre en razón. Sus padres se ocupan de ello. Papito y terapeutas de colores diversos civilizarán el impulso.


Que recuerde, nunca Jesús fue representado en tal guisa penitente aunque tuvo lo suyo en los célebres cuarenta días y cuarenta noches. La crucifixión es, desde luego, otra cosa. No es dolor auto-infligido. Es dolor que cae del cielo o la tierra y se soporta. Jesús no se autoinmoló para dar testimonio o alcanzar no sé que cimas. Parece que el desierto no afecta a los dioses ni a los diablos.

Mariham está en los bordes de la locura infantil. Quizás haya leído demasiada literatura gótica. En todo caso el deseo de romper su ser - ¡quiere ser un señor con barba y bigote! – nos la coloca en la posmodernidad trans-queer. Pero eso no es lo importante. Mariham usa su cuerpo para desvelar el amor que ella ha detectado con su alma naciente. Y es tan radical su amor que no sé si Agustín(el de Hipona) sería capaz de censurarla. Quizás callaría. San Agustín nunca fue un buen terapeuta. El amor le cruje las meninges. Y a mí. Y a María Magdalena. Eso nos condenará y nos salvará.


El amor nos cruje a todos. Y la Magdalena es un gran interrogante.

Imágenes:
Donatello: María Magdalena Penitente (1453)
Alexander Ivanov: La aparición de Cristo a María Magdalena (1836)
Buda Ascético

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola!
Busqué la Casa Giratoria de Paul Klee en el google y entre otras cosas, me salió este blog.
El mundo es una red interconectada. Y por eso me ha hecho gracia escribir un comentario en un blog desconocido, a alguien desconocido.

Tengo que hacer un trabajo de Klee y no hay manera de encontrar el año en que se hizo la donación de la obra "Casa giratoria" al museo del Thyssen. Si lo sabe por casualidad...

Saludos extranyos!

Luis González dijo...

Estimado extraño:
encuentro en:
http://www.museothyssen.org/thyssen/zoom_obra/409

Paul Klee
Título:
Casa giratoria
Fecha:
1921
Tipo:
Gouache sobre estopilla adherida a papel
Medidas:
37,7 x 52,2 cm
Úbicacion:
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid
Numero de inventario
Nº INV. 624 (1982.22)

¿Cabe suponer que es 1982 la fecha de catalogación en la fundación?