jueves, 19 de febrero de 2009

INDIFERENCIA (4) . JINDABYNE

JUEVES: PIEDAD

(ALFA) En la película JINDABYNE de Ray Lawrence – basada en un cuento de Raymond Carver – unos pescadores encuentran el cadáver de una joven asesinada en el río y durante casi dos días conviven con él mientras hacen lo que habían venido a hacer: pescan, beben, se hacen fotos con sus trofeos, cuentan chistes.... Al fin y al cabo “era sólo un cuerpo muerto que no iba a ir a ninguna parte”. Finalmente, al tercer día, llaman a la policía para informar de su hallazgo y proceder “al levantamiento del cadáver”.

(BETA) La DOBLE INDIFERENCIA de los pescadores.

(UNO) Los pescadores no sacan el cadáver del río, ni avisan a las autoridades o la familia ni cuidan el cuerpo en el ínterin. O eso parece aunque alguien podría decir que sí hay un “cierto” cuidado en tanto mantienen el cuerpo en el río atacado con sedal para evitar que se lo lleve la corriente y no lo sacan del frío agua para que no se inicie la putrefacción. En cualquier caso extraño cuidado éste de crear como un paréntesis entre el encuentro con la mujer muerta y “el levantamiento del cadáver" ( su “resurrección” jurídido-moral como víctima). ¿Qué pasó en esos días? ¿La humanidad quedó en suspenso como sucedió con la muerte de Cristo y hasta su resurrección en el tercer día?.

(DOS) Los pescadores confiesan a la policía sin aparente mala conciencia su actuación. Como los niños que rompen el cristal en el inicio de un partido y sólo al final confiesan su trastada. En el fondo reconocen que relatar los hechos era menos importante que acabar el partido ( o disfrutar de la excursión). Una vez ejecutado un hecho (el crimen) la atención al mismo es indiferente – argumentan; arruinar los proyectos sería absurdo porque los hechos nos miran en el fondo con la profunda indiferencia de lo irremediable. Y es justo decir que indiferencia con indiferencia se paga (el crimen pierde su peso si no lo llamamos crimen --- al menos hasta el tercer día).

No comprenden que la ausencia de relato, el no ofrecer la voz a la víctima de una manera inmediata es la falta que se les arroja a la cara (esa cara que fue rostro sin ojos u ojos que miraban hacia otro lado). La piedad debe ser inmediata al sufrimiento (¿Por qué tardó Dios tres días en renovar su amor a los humanos? ¿A qué esa indiferencia del sábado de silencio?)

(GAMA) La película nos habla del surgir de “la mala conciencia” y la necesidad de la expiación. Digamos que éstas se van fraguando en el relato como ruptura de la indiferencia. Y se produce de un modo progresivo y lento. La indiferencia se rompe, desde luego, pero no ( o no sólo) bajo el influjo reflexivo de los pescadores que se preguntan: ¿qué pasó en el río?¿por qué hicimos aquello?. En verdad para llegar a la expiación es fundamental la actuación de la esposa de unos de los protagonistas. Un inocente que siente piedad inmediata por su marido y, a través de él, hacia la mujer muerta. La mujer del pescador se obsesiona con la necesidad de hacer algo, de reconstruir el bien para romper el maleficio quebrando la fría indiferencia de su marido.

(DELTA) DOS GESTOS nos ofrecen razones de (frágil) esperanza.

(UNO) Mientras estaba el grupo en el río, el pescador se dirige hacia la chica muerta y limpia su pelo, acaricia su piel desnuda y fría. A la noche siguiente, al volver a casa, nada más dejar el cadáver en la morgue y sin comentar el asunto a nadie, ese mismo pescador acaricia el cuerpo de su esposa, se sorprende de su calor erótico y hace el amor con ella (sobre el fondo sobrecogedor de la frialdad de la mujer muerta en “la flor de la vida”). Nada de extrañas perversiones. Ambas escenas son actos de comprensión sobre la vida y la muerte, sobre la piedad hacia los otros que no admite palabras. Es la piedad de la carne. La primacía de lo vivo incluso en el funeral de los muertos.

-Lo primero es lo primero. (Raymond Carver)

(DOS) El otro gesto tiene lugar cuando el asesino persigue a la mujer del pescador que, parece, está “indagando demasiado”. Los coches se paran y las miradas se cruzan. Desde luego ella no sabe que es el asesino. Sin embargo, en este caso, eso no es relevante. La mujer del pescador no trata de expiar el crimen del psicópata sino el acto de indiferencia de su esposo y amigos. Dos misiones se cruzan – la perversión criminal y la expiación - , ralentizan su marcha como para mirarse (hay un aire de familia entre ambas tareas) y vuelven a su velocidad inicial. La indiferencia de las trayectorias no nos debe asustar. Si la órbita del criminal nos anuncia que cualquier día podemos caer - puro azar – en la tela de araña del asesino, la mujer nos alumbra la esperanza de que mañana los cadáveres serán limpiados y cubiertos de hierbas de olor y oraciones fúnebres. Y este empeño, que el rostro del criminal mira con indiferencia sobrehumana, es algo a lo que nos podemos agarrar, modelando nuevos himnos. Es la piedad de la compañía . Alguien nos coge la mano: en el parto y en la enfermedad, en el luto, pero también en el cántico y en el encuentro.

(CODA) A decir verdad la indiferencia del criminal es cifra de la indiferencia del cosmos de un modo más certero que la piedad humana. Ésta es una improbabilidad, una frágil contingencia. El ser humano y su espíritu siempre se han agarrado al clavo ardiendo de esa imposibilidad que se quiebra ocasionalmente.

POST-DATA: Todo este proceso de moralización y ruptura piadosa de la indiferencia se produce en los inicios de un bache depresivo de la mujer del pescador. ¿Es la bioquímica depresiva la que actúa como motor del drama? Si la esposa no estuviera en un tris - tras de romperse en cuatro por su bajones anímicos, ¿hubiera movilizado de un modo tan fanático a la comunidad de pescadores? Si el protagonista no deseara salvar el matrimonio ¿hubiera ido al funeral? Las cosas podrían haber pasado de otro modo. Podrían haber dejado correr los hechos – como el río. En última instancia, los protagonistas de la acción parecen ser las fuerzas impersonales que mueven a los individuos como marionetas: la psicopatía criminal del asesino, el tedio y el estrés de los pescadores, la depresión de la esposa, el miedo a romper el matrimonio... Los personajes tienen algo del Meursault de Camus o del Bartleby de Melville. La solución ética – el encuentro entre las dos comunidades: entre la familia de la víctimas y los (casi) verdugos - queda seriamente cuestionada por lo precario del encuentro: los pescadores y sus familias parece que piden perdón como los niños agarrados por las orejas y llevados a la fuerza por las madres a rectificar una acción.

La indiferencia retorna al final de la película. El asesino de la joven se nos presenta igual que en el inicio: emboscado entre las rocas y esperando una nueva víctima. Indiferente. Mata a una mosca que le molesta como ejecutará a la próxima mujer que cruce la carretera. Sin embargo aquel encuentro entre la esposa del pescador y el asesino, en su precariedad, no fue un sueño. Retornará la piedad de la carne . O un nuevo crimen que incite a nuevos funerales y cánticos.









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