(VOLUMEN UNO) Las tortugas nos acostumbramos a casi todo pero la sucesión de maldiciones me tiene agotada. No es fácil la bicefalia. Yo no me merezco la rareza y, aunque asuma militantemente la gracia, para vosotros siempre será cicatriz y miembro fantasma. Estigma. Por ello la bicefalia me convierte en discapacitada, margen, idiota al cuadrado. Todo un número. Una complicación sobre todo porque con esa marca inicio la tarea reflexiva y en ella os necesito. Gracias al cielo, Sócrates mostró el camino: nos hizo olvidar su fealdad en la hermosura de la dialéctica como Cristo se hizo perdonar el ser hijo de Dios a través de su acercamiento a las prostitutas, los muertos y los endemoniados. Yo, más pobre de medios y talentos, me conformo con pasar la maldición bicéfala a otro cuerpo.
jueves, 26 de febrero de 2009
MALDICIÓN(4). DEL LEÓN DE SAN MARCOS A LOS GATOS DE MURAKAMI
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