jueves, 26 de febrero de 2009

MALDICIÓN(4). DEL LEÓN DE SAN MARCOS A LOS GATOS DE MURAKAMI


(VOLUMEN UNO) Las tortugas nos acostumbramos a casi todo pero la sucesión de maldiciones me tiene agotada. No es fácil la bicefalia. Yo no me merezco la rareza y, aunque asuma militantemente la gracia, para vosotros siempre será cicatriz y miembro fantasma. Estigma. Por ello la bicefalia me convierte en discapacitada, margen, idiota al cuadrado. Todo un número. Una complicación sobre todo porque con esa marca inicio la tarea reflexiva y en ella os necesito. Gracias al cielo, Sócrates mostró el camino: nos hizo olvidar su fealdad en la hermosura de la dialéctica como Cristo se hizo perdonar el ser hijo de Dios a través de su acercamiento a las prostitutas, los muertos y los endemoniados. Yo, más pobre de medios y talentos, me conformo con pasar la maldición bicéfala a otro cuerpo.


(VOLUMEN DOS) He recorrido las calles buscando a otro que mereciera esta carga. Quería trasfundir la mancha negra; encontrar al pringao. Sin embargo, nadie se me ha revelado en el mediodía como culpable ni como inocente. La decisión final del sacrificado debía ser arbitraria como la elección pactada de los cerdos por parte del Cristo y la Legión de demonios en la cita de San Marcos.


(VOLUMEN TRES) Medianoche: con el último eco de las campanadas arrojé al gato negro por la ventana. Algunos se llevan siempre la peor parte pero, si os sirve de consuelo, antes de suicidarlo acaricié su lomo y acepté con resignación estoica su uña rasgando mi coraza.


(APOSTILLAS A LA TRILOGÍA . Por cierto, el gato suicidado cayó de pie. Navega por calles encrespadas y te busca, amor mío, por tener la infeliz idea de acabar de leer esta nota).

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