Él está desmayado en la tumbona y en su interior el desvarío campa a sus anchas porque voluntariamente ha exiliado a la conciencia. La madre, aunque de vez en cuando mira a su hijo, no es consciente del estado provocado en él por la mezcla del azul consigo mismo. Demis Roussos canta versiones de sus temas inolvidables en un viejo cassette. Una hermosa y soleada mañana de verano.
Él piensa en la muerte. Azul muy oscuro. Luz y acción frente a la cámara. Allí ve a Óscar Ladoire en la película Ópera Prima. Le aconsejan al protagonista que, para evitar la eyaculación precoz, en el momento del coito piense en la muerte. En la escena en la que pone en práctica el remedio se ve al pobre Óscar pálido sobre su chica y susurrando: Es horrible, es horrible. La escena de la película – no sé si en la intención de Trueba - me parece el doble irónico de aquella parte final del Corazón de las Tinieblas: es el horror, es el horror…
El hombre sabio, dice el pulidor de lentes, en nada piensa menos que en la muerte. No sé si reírse de la muerte está prohibido pero, en todo caso, él está mejor ahora que cuando se interrogaba sobre la posibilidad de cambiar los boxer por slips o se travestía en Juliette Binoche como si fuera, ella, un armario protector. La magia de la comedia.
El búfalo vuelve a aparecer en su sueño. Lleva sobre los lomos al pájaro chino. Uno no sabría decir si se ríen.
- Vale, buen ejercicio de memoria. Pero se te pide percepción directa. Nada de mediaciones fornicantes vistas desde el exterior. Al fondo de las cosas. Aprovecha esta nueva ola de fiebre y húndete en las raíces (En efecto, además de la sobredosis de azules y el efecto del cloro, la inercia derivada de hacer el muerto en las aguas calmadas de la piscina ha contribuido al desmayo. El sol que calienta su cabeza en estos momentos amplia el horizonte de la inconsciencia pero amenaza enormemente la integridad física de este protagonista al que conviene seguir llamando él).
Él se ha sumergido en el poema de Demis Roussos y, tras la risa, ha invocado al que quizás sea el Ur-poema, el canto primigenio del que deriva todos los versos: el Poema de Gilgamesh. Ahora sí que es cierto que se hace profundo aunque sólo sea porque se hunde en la tierra. En la vertiginosa caída hacia los reinos de los muertos ve a Gilgamesh a su derecha. Le dice hola en su idioma. Toca fondo – aunque es un fondo limoso, de difícil definición geométrica, como un conjunto de Mandelbrot hecho de barro primigenio, en las cercanías del Edén. Él nota que muchos le están manoseando y siente que algo parecido a la grasa pero más gelatinoso comienza a cubrirle el cuerpo. Ve a varios amigos con los que no coincidía desde la adolescencia (desde que tuvieron aquel trágico accidente de coche). No les dice nada porque le da corte después de tantos años. Alguien le toma de la mano:
- Soy Ana, ¿te acuerdas?
- Claro, sí tía, no nos veíamos desde…. ¿quizás desde tu sobredosis? Sí, qué susto tía…
Y ella le acaricia con aquel cariño que nunca antes le había demostrado. Le pregunta si puede besarlo pero él rechaza la oferta con un giro de cabeza. Conoce a Ana desde que eran pequeños. Su boca olía a gusanitos pringados de margarina cuando era una niña. Luego, en la adolescencia, el olor a tabaco se quedaba a vivir entre sus encías mezclado con el sabor de los gusanitos. ¿A qué sabrán ahora sus besos? No experimentemos en este caso.
- Basta de charla – dice una voz que demuestra autoridad pues todos se retiran bajo el cieno. - Ven conmigo. Tienes un mensaje que enviar a un amigo.
Es un tipo fuerte y guapo. El lugar no ha estropeado aún su porte de favorito.
- Soy Enkidu, el amigo de Gilgamesh. Creo que llevo aquí casi desde el principio. Sólo Adán y Caín me anteceden en antigüedad. El mundo en el que habita la mayoría, este mundo más allá de la laguna Estigia, es oscuro y aburrido. Quiero que se lo digas a Gilgamesh. Dile que recorra de nuevo los prados y beba el vino en los labios de todas las mujeres. Dile que piense en la muerte que yo ya he visitado como los sabios: para comprender que ese rayo de sol que entra por la ventana debe ser paladeado y palpado, oído y vertido en el fondo de la nariz como almacén de todas las flores. Di a Gilgamesh que busque un nuevo amigo, que son muchos los que pueden caminar a nuestro lado en los atardeceres de la conquista.
Enkidu se hundió, de nuevo, en el fondo de cieno. Ana sacó la cabeza del barro; estaba triste. Como siempre.
- Despierta, despierta – le grita Joe Black disfrazado de Brad Pitt o Enkidu .
Una fuerza le lleva al ascenso rápido. Se detiene – era su misión - en el palacete de Gilgamesh. Reflexiona: sólo en el poema está vivo Gilgamesh. En realidad Gilgamesh ha muerto hace milenios pero parece que en el reino de las sombras los muertos no se reúnen. ¡ Enkidu cree que Gilgamesh sigue vivo! Concluye que en reino de los muertos todo es parecido, que no hay más sabiduría y sólo se incrementa el mal olor. Le entristece la perspectiva de que no vuelvan a encontrarse los dos amigos y trata de cambiar metafísicamente el destino. Intenta comunicar el mensaje de Enkidu a Gilgamesh. Quiere decirle que están a unos pasos y que pueden verse. Pero no hablan el mismo idioma. De hecho los muertos ven a nuestro protagonista porque no está muerto: ¡ los muertos no se ven entre sí cuando llegan al reino de las sombras! Sólo ven a los vivos, en justa reciprocidad por el hecho de que los vivos también, a veces, vemos muertos.
- Despierta, hijo, qué te pasa.
Veo a mi madre y me giro. Vomito y tras expulsar el desayuno sigo intentando llegar hasta el fondo echando fuera de mí todo lo que he comido en la vida. Soy una pura náusea sartreana. He fracasado en mi Misión. Me acuerdo de que ella me ponía la mano en la frente cuando, en las noches de fiesta, acababa vomitando. Mi madre me mira perpleja. Su rostro no cambia de posición pero sé que alucina cuando comprueba de que me estoy orinando y que mi vientre se agita anunciando diarrea.
- Vamos, levántate y anda (hacia el baño de abajo).
Me arrastro como una víbora; a cuatro patas como un cerdo logro alcanzar la puerta y me elevo. Erecto, como un hombre humillado, miro el azul y no veo nada.
- No soy tan indigno y patético como parezco, madre – digo (o pienso)
- Por dios, hijo, ¿quieres que llamemos al médico?
Al sacerdote – ¡muerto soy, confesión!. Al notario. A mis hijos. A la hora de entregar mi alma ante el altísimo….
La sangre no llega al río ni la tristeza a Tokio. Después de asearme un poco me derramo como gelatina(azul) en mi cama(rosa).
Imágenes: Leona herida --- Palacio de Asurbanipal, Ninive ( VII a.C.). Museo Británico.
Paso de la Laguna Estigia de Joachim Patinir (1510 ). Museo del Prado
Vídeo: Opera Prima (1980) de Fernando Trueba
3 comentarios:
Cómo disfruto leyendo todo esto. Me parece que voy a acabar en cada estrofa. ¿Debería pensar en la muerte?
No en este caso. En otros sí, sobre todo si el pajarito va seguro y sostenido por el búfalo. Sus alas se estremecen de alegría cuando asiste a los desvaríos de Él, cuando a Él se le presentan sus viejos amigos, Enkidu y la laguna Estigia, todos en dulce montón y por el mismo precio.
Cuando Él vomita todo lo que se ha comido en la vida, en el baño de ABAJO. Todos los lastres, las mochilas, los imperativos y las ortodoxias (que suenan tan parecido a las ortodoncias).
Sí, sí, bienvenida sea la comedia. Hay que volver a ella para no morirse en un accidente después de bailar. Para volver a bailar, más ligero, después de haber vomitado todo lo que pesaba. Bailar tomando de la mano a Conrad y a este pálido Oscar, sin distinción de jerarquías.
Yo solo quiero tocar fondo si en el fondo me manosean, como a Él. Cualquier otro fondo es el fondo de los muertos, donde sí, todo debe ser parecido.
Mejor perderse entonces en los bajos fondos de la escritura, soltando las anclas de la conciencia.
¿Qué puede pasar? De todo. Pero el único riesgo que debe evitarse es el de que no pase nada. El riesgo de la paz (de los cementerios).
Quiero que esto siga. Que siga.
El abajo, el fondo, lo profundo. Rorty se revela, con buenas razones, contra el espejismo de la profundidad. Como si lo de abajo, lo profundo, el fondo, legitimara cualquier cosa si se nos aparece y sin necesidad de conversación o diálogo o parlamento - la bofetada del chulo a su puta (así la apología del arrabal) o el tiro en la nuca del sicario de la patria (así el terrorista). Estoy de acuerdo con Rorty pero también con tu texto, Mariel, ABAJO. ¿Humano demasiado humano ese pretender llegar a los fondos - a los bajos fondos del pantalón para encontrar la moneda? Llegar al fondo para ver que el abajo es el arriba.
Pero intento retenerme. Y llamo a Eugenio D´Ors (introducción a la vida angélica) que me dice que no sólo la inconsciencia ... también la sobreconsciencia: el ángel custodio, la vocación, el impulso hacia arriba, el totem (la piedrecita que signa lo maravilloso y lo terrible, el animal que encarna suspiros, la tortuguita que aparece y- ridícula para tantos y encima disminuida por su bicefalia - escupe ese veneno que salva y mata)
Llevo algo de retraso en la lectura (perdón, ya sabéis, el reinado tiene diversos inconvenientes) pero veo que la Calma Total está virando a pasos agigantados.
Esa catarsis física de limpieza arrastra consigo lo que de viejo le quedara al buscador de azules. Debe de ser un buen síntoma, y también un buen recuerdo para cuando se le adelanten los orgasmos...
(Qué compañíaslas tuyas! la escritura sigue siendo de un nivel excepcional. Feliciades!)
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