martes, 11 de mayo de 2010

De todo lo visible y lo invisible. La traición de las cosas como origen de la obra de arte

Primera imagen de mi libro de texto, cuando en el inicio del curso la ilusión aún no se había dejado partir el espinazo por la monotonía escolar. La leona herida y el niño contemplándola como espejo de su encanto trágico. Miro la lucha del animal y participo en ella intentando mantenerme en la batalla que se inició hace 2800 años. La belleza del relieve es el arma que la leona empuña para evitar el borrado definitivo, la conversión del músculo potente de sus garras en la carne que se arrastra ya sin nombre convertida en arena. Las líneas pelean en la frontera con las fuerzas bárbaras de la erosión final que anuncia la locura de lo abstracto y matérico. Estamos en el combate por la visibilidad.

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Si él falta nadie se dará cuenta. Habita en la abstracción. "Un pretendiente" - dice la princesa del guisante sin molestarse en preguntar su nombre y dejando que su figura se diluya en la arena. No hay hueco para él en la cena de la empresa y al día siguiente nadie recuerda si estaba a la derecha o a la izquierda, si era alérgico al marisco o se mostró gentil. Invisible.

Una metáfora define la vida de un personaje (dice Kundera). Anoto el gesto de la traición sentida como conciencia de la invisibilidad ------ y lo peor de la invisibilidad sobrevenida es que el traidor no es consciente de su traición y el traicionado vive en la duda de su propia sentencia, confundida con la paranoia del que se cree perseguido por el mundo galáctico de los marcianitos verdes.

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El mundo está seguramente plagado de encantos, brillos y sonrojos que no encuentran miradas que los transformen en líneas y contrastes de luz, sonidos o metáforas. Dibujos en la arena que borra el viento... si alguien no lo remedia

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La leona herida de Nínive lucha contra su conversión en carne informe o arena. Me sorprende en el relieve la precisión de las flechas sobre el cuerpo (una genuina lección de anatomía para cazadores y matarifes), lo precario del juego de líneas y la hermosura agónica que intenta mantener un "sentido"(salvajismo, fuerza del felino y astucia) cuando todo está en tránsito hacia nada. La invisibilidad acecha.

El zambo
de Ribera, por contra, anuncia su visibilidad conquistada más allá de la proporción de las formas anatómicas o la blancura de los dientes. Lucha el muchacho por ser visible y salir del fondo proteico de los lisiados y menesterosos. Y lo logra gracias a la cédula que porta en la mano (Da mihi elimo / sinam propter amorem Dei: Déme una limosna por el amor de dios) y que le convierte en "pobre autorizado" por el virrey de Nápoles para pedir sin delito. La visibilidad legal le permite un primer quiebro de sonrisa y su identificación como sujeto fiscalizable (o exento de gravamen). Una conquista. Ahora bien: el que el zambo fuese pintado por Ribera y el maestro convirtiera sus míseras carnes en luz matizada, aporta un segundo nivel de visibilidad (estética) que justifica la sonrisa ampliamente.

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La visibilidad, objetivo de vida y fundamento ético y estético de las artes.

La traición del mundo en el vicio de la invisibilidad como motor de las bellas artes.

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Hacer daño sin conciencia de dañar
hiere doblemente porque se supone que el otro debía saber que tal o cual conducta nos iba a doler. No nos importa tanto que no sea solidario con nuestro dolor (si le anunciamos el malestar sin duda nos aplicará vendajes amorosos y nos dará besitos de cura-rana) como que no presumiera que aquello que hizo u olvidó nos iba a partir el alma. Hacer daño sin conciencia de dañar nos re-describe como seres invisibles. Aquí la falta de intención (que lo es de atención) es agravante.

Nadie se acordó de nosotros para salir o entrar o subir o bajar. Nos convertimos en ectoplasmas en el castillo abandonado.

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La conciencia de la invisibilidad nos rubrica esa sospecha de lo increíblemente precario y frágil que es todo encanto y la proximidad de lo ridículo.

Por eso necesitamos el arte: para visibilizar algunos de los destellos que se pierden; y la filosofía: ejercicio de memoria de este combate sordo contra la invisibilidad, la traición inconsciente y el nunca desvelado fraude.

Imagen: La leona herida (Palacio de Nínive, siglo VII a.C)

José de Ribera: El zambo (1642)

2 comentarios:

PÁJARO DE CHINA dijo...

Vengo comentanto desde Ticio y los cuervos-enfermeros-salvadores.

Si la pantalla fuera un cuaderno, marcaría todos los párrafos de esta entrada con mi resaltador verde.

La hermosura de la leona herida es la perseverancia en la visibilidad primaria, la de la vida.

La sonrisa del zambo de Ribera es la de aquel cuya visibilidad es aceptada por la ley, sí, a regañadientes o como quien le arroja un pedazo de carne a los leones (tantos siglos mansos, tantos siglos ciegos) para que no se subleven contra el orden establecido.

Que nos dañen sin representarse anticipadamente nuestro daño es la capitis diminutio suprema. Es la evidencia doliente de que no nos ven. De que somos invisibles.

La visibilidad estética ... ¿con una sola cabeza no te alcanza, no? Menudo tema.

Presiento una "complicidad estética", basada en la ficción. La imagen (aún la naturalista) te devuelve un paisaje que-no-es. Por más tranquilizadora que parezca la pintura mimética, las frutas de las naturalezas muertas jamás son idénticas a las de la cesta en el centro de tu mesa. Simplemente requieren menor actividad del cómplice, la interpelación es mínima, no se problematiza prácticamente la realidad.

Ahora, con la pintura abstracta o la vanguardia, la complicidad es total, es 50/50. Es uno quien termina la obra y la polisemia de la obra dispara tantas imágenes como ojos que las miran.

Aunque, centrándome en tu idea, también podría decir que todo lo que pugna por hacerse visible ha sido previamente traicionado. ¿Por qué se empeñaría en visibilizarse, si no fuera así?

Te dejo el título del poema:

"Todo lo que pugna por visibilizarse ha sido previamente traicionado".

Te dejo lo que, en definitiva, es tuyo. Yo me lo apropio.

Besos invisibles.

Luis González dijo...

No sé si en la percepción de lo abstracto el juego hermenéutico sea 50/50 y en la figuración naturalista (?) 80/20 a favor de la cosa. Muchas obras "abstractas" te atrapan y cancelan tu cuota partícipe en el modo bofetada o perplejidad.

Respecto a la visibilidad en la obra de arte todo me estalla en dudas y emociones (al fin y al cabo todo nace de mi deseo de no ser invisibilizado por las fuerzas de lo ridículo). Cito a Robert Walser cuya biografía leo:

"El escritor que tiene más posibilidades de cosechar éxito es aquel que se empequeñece al máximo, tanto ante los contemporáneos como ante la posteridad".