domingo, 2 de mayo de 2010

HIPO (POSDATA). TURNER EN EL RINCÓN


Leo:

"... al final hace falta saber ... donde las palabras se acaban", como escribía C.Einstein a Picasso en enero de 1939".

Las palabras se acaban allí donde comienza lo que no puede decirse - lo místico de Wittgenstein, la esencia divina en Aquino, el noumenon kantiano, la vida salvaje... Todo ello sabemos que son trampas o estrategias para, simulando derrota y humillación, volver a tratar de penetrar en la espesura de aquello que parecía irrepresentable. Ya nos conocemos todos y está visto el engaño. El inocente que levante el dedo y se rasque la nariz. De lo que quieren hablar todos estos es de lo que se escapa al decir... y, perdón por la mala comparativa, así como el violador no cesa en su empeño ni después de la castración, así el que medita y escribe buscará nuevos artefactos cuando su perspectiva se torne impotente. Este acababamiento de la palabra es acabamiento metafísico y es radical y mentiroso.

Las palabras, en otro sentido, se acaban cuando se genera cansancio psíquico o emocional y la tarea del juego aburre. El tedio sentencia el fin de la palabra aunque el tema de conversación no esté cerrado ni imposibilitado el acceso a la realidad representable. Simplemente se pierde la gana - como cuando en algún momento de la modernidad pareció agotarse el tema de Dios (y lo hizo por tedio porque la cuestión seguía abierta como mostró Nieztsche). Paradójicamente este acabamiento emocional de la palabra es más rígido y sincero (no esconde engaño salvo que se incluya en un contexto de seducción ) que el fin metafísico que dice "tener que callar" para, por las costuras, seguir hablando. No hay punto final más definitivo que el desvanecimiento repentino ("Se murió de repente" - dicen y yo percibo la nada y la precariedad a modo de suspiro).

Pero no sólo se acaban en algún punto las palabras. También sucede lo mismo con las imágenes. En la representación de su volcán - y en toda su obra - Turner nos ubica en los límites del decir imaginario al mostrarnos la gran explosión o el destello del rayo. Turner opta por cancelar la figura para finalizar el arte y, de tapadillo, reiniciar el arte (en una nueva contemporaneidad fascinada por la la luz, el color, el espacio...¡¡y lo irrepresentable!!).

Hipo. Convulsión, ansia y deseo, enojo y encono. El hipo anuncia un fin pero bajo la forma de lo ridículo porque sabemos que aunque digamos que "de lo que no se puede hablar es mejor callar" seguimos hablando por otros medios y porque el cansancio en un diálogo con el mundo y las gentes(el tú) no nos vacuna de nuevas esperanzas en el hablar. Así hasta que muramos de repente.

Imagen: William Turner Erupción del Vesuvio_1817

2 comentarios:

PÁJARO DE CHINA dijo...

estás sísmico. quizá estemos llegando al núcleo (sísmico) de tu modo de estar en el mundo.

no quiero leer cada entrada y dejar un comentario de ocasión. estoy leyéndolas todas y en todas me demoro. quiero dejar palabras que no sean ruido.

cuando te vea voy a abrazarte tan fuerte que temblaremos en el parque polar. no, no hay opción. por suerte.

no sos policía. sos ladrón. qué alegría.

mientras tanto, luminoso domingo. aunque sea, un par de destellos hasta que llegue la noche.

Luis González dijo...

¿Mi núcleo también es sísmico? Oh, oh, oh... quizás por eso reniego de los núcleos, de las profundidades, del "grund" germano y de toda basamenta. Busco un hilo suelto para el sosiego. El hipo es espíritu que de mis se apodera y piensa en mi bajo la forma de ridícula convulsión, enojo o deseo. Los desplome también son causados por las quiebras de la memoria y la impotencia de la inteligencia acosada.

La demolición sí es mía.

Abrazo brillante.