miércoles, 9 de junio de 2010

CRUELDAD


"Esta identificación de la crueldad con los suplicios es sólo un aspecto limitado de la cuestión. En el ejercicio de la crueldad hay una especie de determinismo superior, a la que el mismo verdugo supliciador se somete, y que está dispuesto a soportar llegado el momento. La crueldad es ante todo lúcida,es una especie de dirección rígida, de sumisión a la necesidad. No hay crueldad sin conciencia. La conciencia es la que otorga al ejercicio de todo acto de vida su color sangre, su matiz cruel, pues se sobrentiende que la vida es siempre la muerte de alguien" (Antonin Artaud:Cartas sobre la crueldad, Paris 13 de septiembre de 1932)


Lo que hay y toca - siempre en precario -, la vida, además de atravesarnos con agujas como si fuésemos fakires, se nos mete dentro y construye cuevas en nuestros pulmones. Coagulada en esas cavernas, se escupe desde las bocas calladas de otros. Ellos escupen para evitar su ahogamiento - dicen - pero no estoy seguro de que sean conscientes del asunto. A lo mejor creen que lanzan besos. En todo caso nosotros les entendemos (¡qué piadosos somos con los verdugos!) porque también nos vemos impelidos al escupitajo ----- la sociabilidad humana como lluvia de salivas enrojecidas y maceradas en el interior de las almas que vivifica.

Este escupitajo vivificador es la crueldad que Artaud reivindica y redescribe en clave metafísica asociándola a una "dirección o determinación superior". Yo no soy metafísico porque no encuentro ni el arriba ni el abajo. Por eso me duele. Por eso desearía salir de la batalla, olvidar el daño de los silencios y perder la memoria nacionalizándome lotófago. No lo consigo, ¡lástima de generación criada con estricnina en los biberones!.

La conciencia debilitada en la tristeza y la decepción recibe el cruel golpe esputado y quisiera encontrar un sentido. El sentido del silencio - muy zen - travestido en salivazo de crueldad. Como una imagen de Cindy Sherman. ¿No es la conciencia débil precisamente porque busca un sentido más allá de la desnuda verdad de que no hay vida sin muerte y no cabe reconstruirse sin matarse y matar al otro que hasta hace bien poco nos entretuvo?.

¿Cuánto tiempo puede aguantarse en la crueldad sin ser Antonin Artaud? Personalmente vivir en la "sumisión a la necesidad" - así son ahora las cosas - de puro dolor acaba aburriendo. No soy héroe trágico y creo que vendería la justicia del cosmos por una dosis de olvido. Reconocer eso convierte mi existencia en prescindible, lo sé, pero hasta las conciencias prescindibles tenemos derecho a la meditación. Platón nos expulsaba de su república, vale, pero la tontería de Blogger nos entrega un espacio de nada ...

No deseo ser víctima ni verdugo y cierro los ojos mientras repito que no quiero que la vida sea siempre la muerte de alguien. ¡Patético!

Imagen: Artaud como Savonarola en Lucrecia Borgia (1936) de Abel Gance.

5 comentarios:

trasgu dijo...

Tremenda foto.

Javier García Herrero dijo...

grande este post. gracias

RAB dijo...

Aplastante.
¿me quitas el yunque?¿puedes, o le pregunto a tu verdugo? el mío está de vacaciones.
:+

Luis González dijo...

Tremendo (dice Trasgu).
Grande (dice Javi García Herrero)
Aplastante (dice RAB)

¡Y yo que sólo quería hablar de la debilidad!

Observo que sigue siendo eficaz el abrirse las carnes y escupir en las heridas la sal del océano que el verdugo me obliga a beber.

Todo me conduce al humorismo.

(RAB: mi verdugo, en la crueldad de su silencio, me muerde debajo de la tetilla y me hace sangre en el corazón. Crucificado, me columpio en la cruz como en la imagen que ilustra tu blog y saco a la luz mi esqueleto).

Gracias

RAB dijo...

oh
ohhhhhhhh
:)