Si la sinceridad se impusiera como ley del alma - allí donde no llegan los decretos de la república que nos impiden ser esclavos y buscar amos, tutores o amigas - debiera dejar que fluyera la callada por respuesta, el silencio cómplice de Su silencio, la aceptación amable del abandono, de la traición incívica, del salvajismo de esas palabras que fluyen como si nada pasara.
"Tal vez los hombres de hoy seamos todos una especie de esclavos, dominados por una concepción del hombre enojosa, innoble, fustigante" (...) "Tienen en común cierta afabilidad fugaz y evanescente, y es el desasosiego, creo yo, lo que domina a esa gente. Se desentienden rápidamente de las cosas y personas conocidas, sólo para poder atender, al minuto siguiente, aquellas novedades que también parecen exigir su atención"
"Y cogí una campanilla y llamé. Un anciano entró... perdón, se introdujo arrastras - era la sabiduría de la vida -, y arrastras se llegó hasta mis botas, para besármelas. Y yo se lo permití a ese ser degradadado. Pensad un poco: la experiencia, principio bueno y noble entre todos, lamiéndome los pies. Es lo que yo llamo ser rico"
(Robert Walser: Jakob von Gunten)
Si la sinceridad se impusiera... pero parece que tampoco quiere ella marcar ritmo. Nadie quiere dirigir la orquesta ni dar órdenes a mis miembros perezosos. No hay musas ni inspiración. Sólo hay mi tristeza, esa vieja zorra que me acompaña desde el cigotismo.
Por eso no sé que hacer con mi carta de despido y mi maleta-museo. Me encuentro en la puerta de su casa y quisiera presentir un ligero movimiento en los visillos que significara su pena. Pero el ama está en otra cosa y ya no quiere esclavos. Yo soy libre en la calle que circuncidan los transeúntes y manchan de sangre fétida. Seré santo o criminal, piojo en oficina, notario de falsedad.
La sabiduría vital se descompone mientras se arrastra. Quisiera ser rico en sueños.
Imagen: Theda Bara (1916-7)
2 comentarios:
Es la madrugada austral y estoy leyéndote. Mi vieja zorra, desde el cigotismo, es la melancolía. Sí, es parecida a Theda Bara.
Anoto palabras tuyas en un cuaderno escolar. Leo de adelante hacia atrás.
Bueno, quiero decir, aquí estoy, te sigo. Me gusta la noche de fondo, sobre la que escribís ahora. Y que escribas, mucho. Como satisfaciendo una necesidad, impostergable.
Ya no sos una tortuga. Escribís, escribís, mi liebre.
Besos junto a la quinta taza de té.
Digo tristeza, dices melancolía. ¿Cómo conceptualizar los sentimientos - esas atmósferas del cuerpo/ciudad -, cristalizar con ellos una taxonomía, grado o tipo o subgénero o rareza y anomalía? ¡Qué raro todo este intento de introducir el bisturí lisérgico en la ventolera de los sentimentalismos que nos dan oxígeno y nos oxidan!
Me gusta sentir tu mirada en el cogote. Seguimos, nos seguimos... algo nos sigue
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