domingo, 22 de febrero de 2009

MALDICIÓN (I). They were green with envy (IN THIS KINGDOM BY THE SEA)


(Vacío mi ser buscando el bien y me contemplo asaetado por legión de maldiciones que me perforan el alma a modo de San Sebastián. La maldiciones, cifradas en un código extranjero, proceden del pasado y las inspiré todas en el primer movimiento pulmonar. No lloré)


Y éste fue el motivo por el que , hace mucho tiempo,

en aquel reino junto a mar

un viento llegó desde una nube, helando

a mi hermosa Annabel Lee;

entonces vino aquel hidalgo pariente suyo

y la apartó de mi lado,

para encerrarla en un sepulcro

en aquel reino junto al mar


Los ángeles con sus vergas de mármol destrozan en acto vandálico- sin duda provocado por el alcohol – la tumba de la niña Annabel Lee. No respetan ni lo que tenían prohibido. Dios los castiga por séptima vez y todo el mundo espera que sea la definitiva. Han agotado su calendario de maldiciones.


Primero fue la amenaza por todos contemplada y la nube negra que apareció en el horizonte (ocupó la portada de los periódicos de todo el mundo, abriendo el telediario de aquellos días).


Luego el viento bíblico que postró a la niña bajo una cubierta de oraciones infantiles.


En tercer lugar la tos y la fiebre

y sólo unas horas más tarde la agonía trasfundida en directo (pay per view) a millones de espectadores en todo el mundo.


Quinta maldición fue sin duda el último aliento por infinito y por mentiroso(todos interpretaban el fin del sufrimiento).


A la sexta hora los antepasados reclamaron el cuerpo aún hermoso de Annabel Lee para decorar con su nombre los muros de la envejecida cripta y humillar la lujuria juvenil con los primeros signos de la putefracción.


La séptima noche moteros fantasmas abrieron indecorosos la tumba y vendieron reliquias de la niña por internet. Sus órganos inmaculados alcanzaron precios nunca vistos en el merchandising of poetical businness .


Preguntados por las razones de la tragedia los representantes de los querubines envidiosos justificaron su silencio por el secreto sumarial (y filtraron las sospechas de que un antigua maldición había llegado emponzoñada a sus corazones y susurraron – no hay pruebas – el nombre de Peter Pan en el siglo XVIII).


El martirio de San Sebastián, el Greco

Lady Macbeth, John William Waterhouse

AUDICIÓN del poema de Poe


1 comentario:

Anónimo dijo...

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