domingo, 3 de mayo de 2009

ANNA GAVALDA: (YO) LA AMABA

Querida Anna:

leo con placer tu novela La amaba (Je l´aimais, 2002). Confieso ( supongo que no te importa que haga confesiones) que te leo inicitado por las fotografías que se incluían en un suplemento cultural el pasado verano(¡Qué fotogenia!) . No nos asuste la seducción. En cualquier caso, a partir de ahora te leeré sentimental e intelectualmente, son-rosando mi karma sin mayores prejuicios.

No sé si sólo escribes novelas de amor o si toda tu escritura tiene un objetivo moralizante. No sé como reaccionaron tus amigos cuando les decías que
estabas escribiendo una novela en la que una mujer abandonada tiene que aguantar al suegro que se aventura a las confidencias. No sé si haces una apología del divorcio y hasta del abandono del hogar. No sé, en definitiva de tus pretensiones, querida Anna, pero creo que hay novelas de amor que no resultan vergonzantes para los reticentes a la sentimentalidad de las novelas de amor. Y tú me has (moderadamente) conquistado. Te ubicaré, a partir de ahora, junto a Murakami, que también escribe novelas de amor que no me resultan son-rojantes ----------- aunque sí son-rosantes: Me gusta el rosa bien llevado. Es un color complejo y un espíritu de difícil encaje. Pero si Kandinsky consigue acentuar en rosa de manera sublime, tú aportas una naturalidad como de casa de campo burguesa que, en ocasiones, me puede parecer más adecuada que el pop-cultureta de Murakami.

Querida Anna, todas las novelas de amor revientan la antinomia felicidad/deber que el maestro Kant ubicaba en el centro de la ética. Algunas lo hacen de un modo trivial. Tú superas esa trivialidad por la vía del recogimiento confidencial de dos personas frente a la lumbre y la locura de un suegro haciendo apología del abandono conyugal en presencia de la abandonada nuera.

Pierre, el suegro, desprecia a su hijo, al que ama, por ser el lastre de su infelicidad (la de Pierre) aunque admira su acto de valentía (la de aquel que abandona) porque él no se atrevió a lo mismo. Ahora bien: lo que revela Pierre es que en este juego el que gana no es el hijo sino la nuera, sea, la abandonada. Y se encuentra consolando a la nuera e incitándola a un abandono - un abandono a posteriori - en nombre de la felicidad posible que ella no sabe (aún) degustar. Invirtiendo el juego: en una pareja en la que la trama comunicativa y emocional se ha quebrado, el que da el primer paso deja libre al abandonado, llevándose toda la tristeza del gesto de la ruptura, dejándonos franco el puerto para nuevas navegaciones. No deja de ser curioso que el que se lleva la carga del deber es el que abandona - porque supuestamente tiene deberes hacia sí que son más fuertes que los deberes hacia su familia pero incumple los deberes familiares - y el abandonado se queda con la posibilidad de la felicidad que cae como efecto colateral (posible) tras la desgracia(del abandono). La dignidad del que se mantiene en el deber - la mujer - se hace digna de la felicidad (¡la suerte del abandono!).

Querida Anna, encantado de haberte conocido.

Bicéfala, abandonada.

" Siempre se habla de la tristeza de los que se quedan, ¿pero has pensado en la de los que se van?(...) La tristeza de aquellos por los que llega el dolor... A los que se quedan, se les compadece, se les consuela, ¿pero a los que se van?(...) El valor de los que se miran al espejo una mañana y articulan claramente estas palabras para sí mismos: "¿Tengo derecho a equivocarme?".... El valor de mirar su vida a la cara, de no ver en ella nada correcto, nada armonioso. El valor de destrozarlo todo, de arrasarlo todo..." (A. Gavalda: La amaba).





1 comentario:

Luna Miguel dijo...

apunto,

creo que me va a gustar