Descansa la imagen en el escritorio desde hace ya unos meses. Todo producto de un error al suponer que Merritt era el autor de otra obra que me intrigaba y con la que nada tenía que ver. Llegó Merritt equivocado y , sin embargo, ha permanecido en el escenario durante mucho más tiempo que otras certezas, buscando sus palabras precisas y con la sola compañía de un cuadro de Turner que tampoco encontraba su sitio en este mundo bicéfalo.
Leo:
" Un sujeto puede estar distanciado de un objeto mientras permanece no obstante conectado a él. La sutil distinción entre embrujo (pishogue) y encanto (glamour) en la tradición feérica irlandesa pone de relieve una compleja epistemología. Pishogue es un encantamiento lanzado sobre nosotros para que veamos un objeto de maneras diferentes. Glamour es un encantamiento lanzado sobre un objeto para que se nos muestre de manera distinta. El lugar de la realidad se mueve entre el sujeto y el objeto de modo que, alternando entre estar más con nosotros o más con el mundo, finalmente se encuentra entre ambos" (Patrick Harpur: El fuego secreto de los filósofos. Una historia de la imaginación; página 91)
Hablaba el otro día de la delicadísima y menguada distancia que separa el encanto del ridículo (el hombre encantado y el hombre ridículo, extremos sediciosos del alma romántica). Me experimento entre estos conceptos y no llego a conclusiones. Sólo me queda una desazón difícil de catalogar que a veces duele y en ocasiones provoca risa (tanto el dolor como la risa son destructores del alma así que trato de jugar con cuidado). Vista la distinción de Harpur en el texto desde luego prefiero el encanto al embrujo (si es que de preferir se tratara y no gane siempre la imposición de las fuerzas). Quede mi alma desnuda para dejarse atrapar por el objeto y sea la cosa "encantada" la que me penetre. Aunque, desde luego, parece difícil mantener un mirada fría ante lo que encanta como objeto ( o situación o persona o relación). Complejo mirar y guardar la ropa de la meditación estética.
Pero vuelvo al estudio de Merritt en Nueva York. Coleccionamos con el pintor americano objetos de variada factura y origen. Espadas, sombrillas y mantones, insinuantes curvas en un laúd o en un jarrón chino. Mamparas que separan y subrayan la falsa escisión de dos espacios en el caótico museo. Así nuestro espíritu como un gabinete de curiosidades: infestado de momentos luminosos encerrados en la luz espectral del recuerdo (¿fue verdad aquello? ¿Eran las copas verdaderamente tan brillantes y la luz chocaba contra la piel anunciando tiempos de armónica amistad?). Merritt acumulaba objetos para embrujar o encantar, para que nuestra mirada saque de ellos las mil historias de luces y formas cromáticas o para que la luz y el polvo despierte a los duendes que duermen en los objetos. Tris-tras. El encanto del desván que nos embruja atravesado por esa luz que capta el pintor o esas historias que narra el poeta.
Si llega el empleado encargado del aseo y la higienización barrerá el suelo, pasará el paño del polvo(evitemos alergias intempestivas) y ordenará los objetos en los grupos de reciclaje. Aparece lo ridículo como cuando la luminaria de los padres sorprende a los jóvenes amantes metiéndose mano.
Sin embargo, amiga, no me digas que el encanto fue un sueño.
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Descansa la curva toda su geometría en la carne y embruja la mirada. La mano derecha palpa perezosa el fondo licuado de la tela, rendida en el sueño a la imposibilidad de rasgar el lienzo que la sustenta.
Quisiera imaginar la escena del cuadro en el mismo estudio fotografíado arriba. Si la mujer abriera los ojos se dejaría atrapar por el encanto(glamour) de los mil objetos arrumbados que marcarían sus perfiles en la escasa luz que logra reflejar la piel.
Imágenes:
William Merritt Chase's 10th St. Studio B
William Merrit Chase: A Study in Curves (1890)
2 comentarios:
¿O embrujaría a los objetos que la rodean? ¿O se rendirían esos objetos ante su glamour?
¿Quedan a estas alturas chicas capaces de embrujarte o asistimos solo a un desfile glamoroso sobre una pasarela intercambiable? Muta el objeto, gracias a la cosmética, las prótesis y el by-pass gástrico.
Hay encanto en el ridículo. Si la ridiculez implica dislocación, llegada tarde al canon, ruptura inconsciente de los códigos, dificultad en los procedimientos de la praxis ... hasta podría pasar por dandysmo.
También, "todas las cartas de amor son ridículas ... pero solo son ridículos aquellos que nunca escribieron una carta de amor" (Pessoa dixit). Con lo que el ridículo sería aquel que blinda su cuerpo al goce.
Creo que puede sobrevivirse a todo con una buena cámara de maravillas mental.
Es como si estuvieras enviando mensajes desde tu inconsciente.
Besos de una teinómana (voy por la quinta taza de la noche).
Dios bendiga al té que permite tu reflexión. No sé si existen elementos de embrujo "a estas alturas" (bajo el nivel del mar) pero sigo viendo "el encanto" aunque me quede ciego en la dislocación que no cesa.
Tomo nota de tu presentación de lo ridículo como dandysmo. En verdad hay encanto y maravilla y sentido en "la dificultad en los procedimientos de la praxis", la "llegada tarde al canon" etc. Por un rato me siento bien en el horizonte de la ridiculez. Creo que apostaré por ello.
El té que estimula tu sueño insomne es, ahora, la mejor de las morfinas. Si tú, hermana pájaro, crees que puede sobrevivirse a todo (todo, todo, todo) con una buena cámara de maravillas mental yo apuesto filosóficamente por el proyecto y, en terminología orteguiana, lo acepto como "programa vital" de mis artefactos tecnológicos.
(Por cierto,citar a Ortega no queda cursi y yo apostaría a que ni siquiera ridículo)
Gracias.
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