sábado, 20 de noviembre de 2010

CRUCE DE MIRADAS (3) That old black magic



- I -

Marilyn Monroe en 1956 ante la petite danseuse de quatorze ans .

Like a player. El juego del rezo sin respuesta - que ya no decepciona porque a todo se acostumbra uno. Monodia del silencio, núcleo duro de una religiosidad y una existencia propias de la época en la que, al enunciar la plegaria, te vomitan las diez mil imágenes. No existe ninguna iglesia del silencio y la poética del mismo es, como todo el mundo sabe, sandez que enseña sus colgajos en la propia enunciación del proyecto. Somos huérfanos.

Experiencia común de la quiebra, no insistas en ello tortuguita.
O sí, insistamos. Huellas de modernidad: parece que los objetos artísticos - o de vocación estética - exigen, a continuación, en su límite, otro objeto (u otros doscientos, a la vista de las infinitas exposiciones de nuestro tiempo) y en clara oposición a la imagen de contemplación sacra del pasado, la virgen de ermita y el lingam shivalítico que eran uno y cuya alternativa en caso de disgusto, decepción o silencio ante las peticiones de nuestra mirada, era la cruda realidad (y nunca mejor dicho lo de cruda). Hoy todo está cocido y, si se empeñan, envasado con fecha de caducidad. Nadie habla con sentido ni embelesa durante más allá de unos meses pero nunca ha habido en el hipermercado de la palabra y el "sentido de la vida" tantos candidatos parlanchines dispuestos a ser la gran revelación de la temporada. Así, supuesta la volatilidad de nuestros ídolos, iconos y cruces de mirada, la psicopatología debe dar cuenta sólo de los intersticios, de las fracturas, de los anillos quebrados de una gran gusano de liviandad.
- II -

Norma Jeane mira a la bailarina de Degas. Todo contraste: la blancura de su rostro frente a la negritud de la sombra danzante. Los ojos casi cerrados de la petite y la mirada abierta de Norma, directa, salvaje en su ingenuidad como dicta el tópico de lo americano. El escorzo violento de la bailarina para ubicarse en la cuarta posición es la extraña figura que se subraya con violencia sobre el fondo del rostro pálido de Marilyn. Porque la escena es una de esas imágenes dobles que exige nuestro posicionamiento perceptivo, la declaración en la frontera de nuestro equipaje, el horizonte de sentido en el que nos emparedamos. Porque podemos centrar la atención en Marilyn o en la petite danceuse, nunca en ambas a la vez, siempre escindidos en un aut aut como si hubiera que optar por uno de los ídolos, apostar por cuál de los dos aporta un mayor sentido salvífico o perverso, digno de elevación al cielo o polución espontánea... tanto da porque la respuesta siempre es la misma (Post coitum omne animal triste est....).

Marilyn, al fin y al cabo más cercan a nosotros, parece que en su mirada espera ese signo signado que no llega. Se ofrece ante la niña de catorce años deformada por el entrenamiento artístico, pero la joven bailarina se cierra en su negritud con la vista puesta en el pasado mañana. Hoy no hay consuelo ni mensaje. La decepción brota lenta y tediosa en el momento mismo en el que en lo admirado buscamos la inteligibilidad. Ese es el error. La admiración, ese ímpetu o conatus, ese descubrimiento entusiasta, encuentra muy pronto la senda de la derrota, la traición, la decepción.... Por eso vamos de una obra de arte a otra, de imagen en imagen, con el hambre agujereando las tripas y un poco con vocación bulímica. Buscamos alimentos que nuestro estómago no tolera.

Miradas que se cruzan y se aman y admiran y, en la cima del entusiasmo, vislumbran lo melancólico de la quiebra, un silencio mal gestionado, una huella de vulgaridad, de repetición, de eterno déjà vu...


- III -

Marilyn es símbolo, para muchos, de la imposibilidad del cinismo, la eterna sospecha de que nunca aprenderemos y nos dejaremos arrastrar por that old black magic called love . Sin embargo, si miramos la imagen ¿podemos asegurar que Norma va a agachar su cabeza humillada por el silencio de la figura? ¿O hay osadía latente, golpe de estado, soberbia de un ídolo que se superpone a otro, como en los estratos arqueológicos, definiendo otra época? ¿Entierra Norma a la bailarina, absorbe su valor simbólico como signo del siglo y lo regurgita en su propia imagen - en ese año, la Monroe intelectual, "actriz" como de veras y ajena al diamante que era el mejor amigo de las chicas y a la caza de millonarios? ¿ Es Marilyn mantis de la bailarina? No puedo definirme. Bicéfalamente oscilo nervioso.



- IV -


Marilyn con treinta años, amante ya (o esposa) de Arthur Miller. En 1956 Marilyn es Cherie, una cantante de pueblo con sueños hollywood en la película de Joshuua Logan Bus Stop. ¿Han desaparecido ya todos los vicios de la corista -un visage où tous les vices impriment leurs détestables promesses - en 1956 y la Monroe no será jamás un mono o un azteca porque será el sistema del bien pensar, bien sentir, bien amar (o follar)?

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CODA. La parada del autobús es uno de esos no-lugares, signo e ídolo de la época (dicen). Hay quien vive - ese es el sentido o la razón de su constante huir - sólo para poder estar en esos no lugares que llevan a cualquier parte: estaciones, aeropuertos, áreas de servicio en autopistas.... Curiosos los ídolos arquitectónicos que nos acompañan: uno es devorado por sus entrañas como demuestra la experiencia de la llegada a una estación o el cotidiano viaje en metro. Quizás, es mera hipótesis, en el siglo XXI la religiosidad exige puestas en funcionamiento arquitectónicas - como demostró el Papa polaco - y ya nunca más bastará con una virgencita en un altar. Lo no-arquitectónico es bibelot.





Marilyn Monroe -That old black magic (BUS STOP, 1956)

And every time your lips meet mine, darling,
down and down I go,

round and round I go,
I'm in a spin, loving the spin I'm in,
under that old black magic called love

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